Mi odisea en PlayGround
PlayGround cierra para siempre y Carlo Padial publica 'Contenido'. Hoy cuento la experiencia laboral más loca de mi vida
Hace poco, la revista PlayGround anunció que cerraba para siempre. Casi por arte de magia, Carlo Padial acaba de publicar Contenido (Blackie Books, 2023), una novela sobre un chaval mallorquín que prueba suerte en Barcelona y acaba produciendo vídeos para una startup ficticia llamada Zenfire.
Yo nací en Mallorca, me mudé a Barcelona y entré a trabajar en esa misma startup descerebrada un mes después de terminar la carrera. Mis 200 días en PlayGround fueron sin lugar a dudas la experiencia laboral más loca de mi vida.
Virales, mexicanos furiosos, bowls de quinoa, lucha libre amateur y un ataúd con forma de paquete de Marlboro: hoy te cuento mi odisea en PlayGround Magazine.
El puto far west
La primera vez que Carlo Padial se detuvo a hablar conmigo, lo hizo porque le llamó la atención algo que yo estaba haciendo.
Estaba sentado en medio de la redacción de PlayGround, mordisqueando una barra de fuet entera. Sin cuchillo, sin plato y sin pan. A bocado limpio. Simplemente la mordía, la dejaba sobre la mesa y seguía escribiendo artículos con títulos como En mi primera rave me monté dos tríos o Frexting: la tensión sexual entre amigas hetero llega a internet.
Sentado en medio de la redacción de PlayGround, mordisqueando una barra de fuet entera. Sin cuchillo, sin plato y sin pan.
Pasé 7 meses en PlayGround y tengo una colección de más de 160 artículos, que guardé en PDF antes de que se fueran al vertedero de internet. Al principio, había días en los que escribía hasta 3 seguidos.
En menos de un año, entrevisté a una espía inglesa de 96 años, a una mujer trans que aseguraba haber vivido toda su vida como un criminal hipermasculino; también a miembros de una plataforma ciudadana que metieron a Rodrigo Rato en la cárcel desde un garaje del Raval.
También publiqué artículos sobre pepinillos de marca Gucci, ataúdes con forma de paquete de Marlboro y un palo-selfie que servía para sacar fotos de tu culo.
Eso era el puto far west, y comerte una barra de fuet a bocados mientras escribías era la reacción más normal que podías tener.
Vistes como un puto viejo
Entré en PlayGround con 22 años. Cuando me contrataron, escribíamos desde un piso lleno de cajas de zapatillas en la calle Pelai. Carlo Padial describe ese piso en Contenido, un lugar donde todo es provisional, hay cucarachas panza arriba en la escalera y los redactores no saludan al protagonista.
En realidad, yo admiraba a Carlo por sus vídeos de Go, Ibiza, Go!, pero era demasiado tímido para decirle nada y me limité a sacarle una foto entre las cajas, en una exhibición de sociopatía preocupante:
Así pues, durante un tiempo fui la persona más joven de la redacción. Recuerdo que hacía grandes esfuerzos por vestir cool, pero no tenía una sola prenda en el armario que se acercara remotamente a ese concepto. Así que me ponía jerseis de punto y unos zapatos de cuero color mierda clara. Una vez, mi jefe me dijo: “macho, eres el más joven y vistes como un viejo”.
Creo que ese es un buen resumen de cómo me sentía en aquella época: como un puto viejo desorientado que se ha quedado dormido en un restaurante. Sus nietos ya han pagado la cuenta y lo zarandean un poco. ¿Todavía no ha vuelto el yayo? Durante unos segundos piensan que está muerto, pero luego se despierta y se despide de los camareros con la poca dignidad que le queda.
¿Modificación corporal extrema? Me interesa
Al protagonista de Contenido le ordenan “petarlo en internet”, grabar “una obra maestra a la semana” y montar un nuevo “Hollywood digital”. El problema es que no sabe exactamente qué significa nada de eso.
Yo tenía un problema similar. En PlayGround podías publicar casi cualquier cosa que se te ocurriera, con una única condición: que a alguien le interesara. Y yo no sabía qué le interesaba a la gente. Ni siquiera había nada que me interesara tanto a mí como para escribir 5 veces a la semana sobre ello.
Imagina tener que publicar un artículo al día, como mínimo. Al cabo de dos semanas, ¿sobre qué escribirías?
Así pues, nunca escribía sobre lo que quería, sino sobre lo que podía. Todos los días consultaba decenas de medios extranjeros. Además, activé unas alertas de Google que me avisaban cada vez que se publicaba algo sobre modificaciones corporales extremas, experiencias cercanas a la muerte y cosas alucinantes en general. La idea era rascar cualquier noticia que publicar.
Mis +160 artículos están organizados según el éxito que tuvieron en 3 carpetas: Hits, Superhits y Castañas. En la carpeta Hits hay 30 artículos, en Superhits hay 8. Así pues, calculo que hay alrededor de 122 Castañas.
El problema es que, en PlayGround, tener 1.000 lectores en un artículo era un auténtico castañazo. Un artículo no se empezaba a considerar un Hit hasta que varios miles de personas los leían. En mi primera época, mi artículo más leído era un reportaje sobre la represión homosexual en Cuba, compartido 29.957 veces. Los menos leídos solo se compartían, no sé, 400 veces.
Aunque mañana publicara un best seller y este se tradujera a 14 idiomas, es probable que nunca llegara ni a la mitad de personas que leyeron mi linda prosa en un solo año en PlayGround.
Aun así, todas las semanas debía superarme, proponer algo más fresco, encontrar a la última foca monje del Mediterráneo, sacarla de debajo de una puta piedra y convertirla en la nueva sensación.
La mayoría de días yo no andaba ni cerca de conseguirlo. Mi vida se convirtió en un sprint diario. Mis visitas tenían que subir. Si no lo conseguía, sabía lo que tarde o temprano ocurriría.
Llorando en casa de mi ex
En contra de la idea que se tiene de PlayGround, su contenido era mucho más que artículos de mierda. Compañeros como Alba Muñoz, Nacho Pato o Natxo Medina publicaban grandes reportajes sobre feminismo, fútbol antifascista, sátira política, arquitectura anti-homeless…
Mis artículos, en cambio, tenían menos visitas que los de los demás. Recuerdo que un día mi jefe me dijo: “Ve a la calle y encuentra una historia”. Algo parecido a cuando a Peter Parker le exigen más fotos de Spiderman.
Entonces me enteré de que existía algo alucinante: un club de pressing catch local. Era un grupo de chavales de veintipocos años que se fabricaban disfraces caseros, ensayaban todas las semanas y montaban combates amateur como los de la UFC, pero en un centro cívico de Gràcia.
Descubrí que existía algo alucinante: un grupo de chavales que se fabricaban disfraces caseros y montaron un club de pressing catch amateur.
“Hostias de mentira, menuda chorrada”. Eso pensaba yo del pressing catch. Eso pensaba hasta que fui a ese lugar. A los diez minutos, estaba de pie gritando “¡MÁTALO!”, mientras una tía con máscara de fuego llamada Dragonita saltaba en picado desde una esquina del ring. Había unas cien personas gritando. Recuerdo que incluso los Venga Monjas estaban allí, y que todo el rato gritaban “¡VICKS VAPORUB!”.
Bien, pues estuve en ese combate, me lo pasé como un niño, entrevisté a Dragonita y a los demás luchadores y escribí un artículo. No lo leyó nadie.
Poco después, escribí una de las mayores chorradas que recuerdo: una carta de despedida a mi smartphone, bajo el pseudónimo de Félix Bahía. Se convirtió en mi artículo más leído, y fue compartido 35.526 veces. No entendía absolutamente nada.
Semana tras semana, notaba como el azar dictaba mi futuro laboral. Una jauría de lectores latinoamericanos abrían y compartían artículos sin parar, y dejaban comentarios como estos:
Recuerdo echarme a llorar un domingo en casa de mi novia. Al día siguiente, igual que todos los lunes, debía presentar todos los temas que iba a escribir esa semana. Y no tenía nada. Estaba harto de comerme noticias de Buzzfeed, Konbini, Bored Panda, Mashable y otros medios extranjeros. Mis temas no me interesaban ni a mí. Y no podía más.
Había llegado a un límite. Por suerte, mi jefe también.
A fabricar sillas
Siempre he odiado las manualidades. Pero recuerdo que, cuando me despidieron de PlayGround, tenía unas ganas tremendas de restaurar una silla.
En realidad, tenía ganas de hacer algo que no implicara KPI’s, Tests A/B, Google Analytics, clickbait y todo eso. Por supuesto, nunca fabriqué una silla ni nada parecido. Lo que tenía es un pequeño trauma que se me pasó trabajando unos meses en un call center.
Estuve un tiempo sin escribir. Por suerte, eso también se me pasó, recuperé el gusto por la escritura y volví a dedicarme a ello. Para muestra, esta humilde newsletter a la que espero que ya te hayas suscrito.
Antes de despedirnos, no puedo dejar de recomendarte la novela que me ha animado a contar todo esto. Lee Contenido porque, como dice Santiago Lorenzo, es “Historia del hoy mismo”. Un retrato de una época demencial, en la que no teníamos ni puta idea de lo que estábamos haciendo.
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