Empieza a escribir desde encima del escenario
¿Por qué la crítica musical se escribe desde la última fila del concierto?
Hace unos días, mi colega Franco Esteves escribió una crítica musical y me la envió. Él no pretendía publicarla, desde luego no en Turbogelatina. Yo mismo sabía que no tenía sentido: ¿qué pinta aquí un texto sobre un grupo que ni siquiera conozco?
El problema es que la crítica me gustó: estaba cargada de emociones, se notaba que Franco la había escrito con el corazón, que sentía verdadera pasión por ese grupo. Había que hacer algo con ella.
Así que se me ocurrió cambiar el punto de vista: mandar al narrador omnisciente a tomar el fresco, echarle una mano a mi colega y subirle al escenario.
Al final, este ejercicio se ha convertido en una buena oportunidad para hablar de:
Técnicas periodísticas que pueden servirte para escribir lo que quieras.
Ideas para saltarte todas las convenciones del periodismo.
Maneras de caricaturizar a un periodista musical como una especie de trasgo orejudo.
Y, después de todo esto, encontrarás Un cuerpo queer de mil cabezas, mi adaptación del texto de Franco Esteves, así como el texto que él me envió. Let’s go!
¿Crítica musical? Le pongo un tres
Hay dos tipos de crítica musical: el análisis del último lanzamiento y la crónica del último concierto.
Supongo que la crítica de discos tenía sentido cuando los discos llegaban en barco desde América y uno quería, por usar una expresión de la época, estar al loro 🦜, encontrar los discos que valía la pena comprar.
Ahora, el problema no es la escasez de dinero sino la escasez de tiempo: se publican tantas canciones en una semana que es imposible escucharlas todas. Así que los medios musicales siguen entre nosotros. Hicieron un triple tirabuzón en el trampolín de la historia y cayeron de pie. ¡Ocho sobre diez!
Pero la simple y árida verdad es que hoy en día es mucho más fácil —y placentero— escuchar una canción que leer sobre ella. Y, desde luego, es mucho más fácil mover el culo que leer conceptos como efectividad bailonga desenfadada.
En general, la crítica de lanzamientos solo es una excusa para hablar (bien) de un grupo. Los medios musicales y las discográficas se necesitan y procuran llevarse guay.
Es raro leer a alguien como Yeray, que proclama a los cuatro vientos que el reggaeton en catalán debería estar prohibido y que en la música “no todo vale”. Y la verdad es que da un poco de vergüenza ajena leer cosas así.
Ay, la música… es un arte difícil de medir, de valorar, de convertir en palabritas. Es tan emocionante y pura que se le deshace a uno entre las manos. ¿El Concierto de Brandenburgo de Johann Sebastian Bach? Seis y medio sobre diez.
¿El Concierto de Brandenburgo de Bach? Seis y medio sobre diez.
El periodismo no quiere hacer literatura
Si uno quiere escribir crítica musical, lo primero que debe hacer es evitar los famosos clichés de periodista musical. Por ejemplo:
Rock sin concesiones (cuando alguien toca rock durante mucho rato seguido),
Pop sin complejos (cuando un hombre toca música pop sin importarle que su masculinidad se vea cuestionada),
Una fuerza de la naturaleza (cuando a alguien se le ocurre coger un micrófono y ponerse a cantar, y resulta que es una mujer).
Tópicos aparte, el periodismo es un lenguaje lleno de normas: estructura de pirámide invertida, las Cinco W, lenguaje aséptico, apariencia de objetividad, etc. Siempre recordaré mi primera semana en la redacción de un periódico, cuando un redactor jefe me dijo: “No hagas literatura”.
En realidad, las normas del periodismo sí son útiles para hacer literatura. Sirven para presentar la información de manera ordenada, y te recomiendo que las uses para escribir el primer borrador de cualquier texto, también de ficción.
Luego, cuando hayas escrito esa primera versión, levanta la vista del escritorio. Si no estás rodeado de periodistas, enhorabuena: puedes saltarte las convenciones del periodismo y convertir tu borrador en algo cómico, mágico o terrorífico.
Usa las convenciones del periodismo para escribir un primer borrador, luego conviértelo en algo cómico, mágico o terrorífico.
La conjura del Goblin Turbo Melómano
Hemos hablado de la crítica de lanzamientos musicales. ¿Podemos hablar un momento de la crítica de conciertos? ¡Claro que podemos, estoy hablando solo y no hay quien me detenga!
Bien, la crítica de conciertos suele estar escrita por el Crítico de Verdad. Se trata de un periodista veterano que entra en el concierto con su acreditación de prensa y se sitúa siempre lo más lejos posible del escenario. Desde allí, el Crítico percibe ecos y fogonazos, una especie de lenguaje morse que le transmite La Verdad.
Compruébalo, si quieres. Ve a un concierto de Bad Gyal o de Omar Montes y echa un vistazo a las últimas filas. Verás a un grupo de madres que se abanica con la hoja de autorización de menores y, a su lado, un señor canoso con gafas. Arrodíllate, pues estás ante El Crítico Musical.
A él no le hace falta comprobar si la gente canta o si la gente baila, porque él es una especie de Goblin Turbo Melómano. Hay quince mil personas perreando hasta el piso, pero eso no importa, porque él es capaz de valorar la calidad real de la música. Él sabe what’s going on.
Ahora bien: ¿tiene sentido escribir la crónica de un concierto desde la puerta?
¿Tiene sentido escribir la crónica de un concierto desde la puerta?
Suban al señor canoso al escenario
La cuestión es que la crítica que me envió Franco Esteves no parecía escrita desde la última fila del concierto, más bien desde dentro del pogo. No había conceptos enrevesados ni adjetivos relamidos. Había más emociones que descripciones de emociones. Había la misma oscuridad y desesperanza que hay en un grupo emo.
Aun así, seguía sin tener sentido publicarla aquí, así que me propuse convertirla en algo distinto.
En un artículo anterior, ya hablamos del fenómeno del Nuevo Periodismo y de cómo Tom Wolfe, Barbara Goldsmith o el propio Truman Capote se dedicaron a fumarse el narrador omnisciente y a escribir crónicas con escenas más propias de una novela.
El reto con este texto era doble:
Que cualquier lector/a se trague un texto que en principio no le interesa (es decir, una crítica de un grupo emo de screamo que no conoce).
Que el texto siga funcionando como una crítica musical. Es decir, que se sigan mencionando los nombres de las canciones y se hable del efecto que producen.
Y el proceso mental para resolver el problema fue:
A mí no me emociona la música emo o screamo, pero está claro que a mi amigo sí.
Él no es el único: yo mismo me emociono mucho con la música que me gusta. Canto frente al espejo, toco air guitar, air drums y air todo.
Si cuando escuchamos música nos gusta fingir que estamos sobre el escenario, ¿no sería más divertido escribir también desde ahí?
Si cuando escuchamos música nos gusta fingir que estamos sobre el escenario, ¿no sería más divertido escribir también desde ahí?
Así que lo que hice fue agarrar todas las emociones que había en el texto de Franco y montar un concierto.
Pasé a primera persona todas las frases que me gustaban. En mi versión del texto, mi amigo no habla sobre el grupo de emo screamo Foxtails, sino que es un miembro más del grupo de emo screamo Foxtails.
El resultado es Un cuerpo queer de mil cabezas. Al final de todo también encontrarás el artículo original de Franco Esteves.
A mi modo de ver, este texto le pertenece más a él que a mí. Pero la realidad es que ninguno de los dos lo habríamos escrito sin la ayuda del otro. Por eso cambié el final de la historia con esta misma idea: la escritura, como la música, suele ser un ejercicio mucho más colectivo de lo que uno piensa.
Un cuerpo queer de mil cabezas
Solo pido comprensión. Solo necesito ser oída. Solo quiero una respuesta: ¿por qué estoy en este planeta, por qué me cuesta tanto mantenerme?
Entro en escena sin disimular la rabia: primero con ego death, luego con star-crossed, después con ataque de nervios. Detrás de mí, los violines no paran de chillar. Esa es su forma de agarrarse a la cordura.
Todos aquí existimos como un solo sujeto queer, alguien que es rechazado con violencia, una y otra vez. Todos aquí cargamos una doble cruz: la de estar solos y a la vez desesperados. La sociedad nos escupe, pero necesitamos una mano amiga. Mataríamos por ella.
Fawn es más que un disco, es un ejercicio hermoso de dolor infinito. Con gazelle alcanzamos la cima y no bajamos de ahí hasta el final. No importan las traiciones, las tragedias, la soledad o la desesperación. Cuando el rencor es tu combustible, la apisonadora nunca se detiene. Tú nos entiendes. Ahí abajo, lo estás esperando.
Llevas meses esperando que escupamos todo esto. Durante la próxima hora y media bailarás, cantarás y chocarás con desconocidos. Si estás triste, escala la valla metálica y lánzate en plancha. Un mar de dos mil manos te llevará de un lado a otro de la sala y desearás no bajar nunca. Salta sin miedo a caerte, porque siempre encontrarás un brazo hacia la superficie. Baila sin miedo a sudar, porque el sudor de uno será el sudor de todos.
Mientras dure esta noche, todos somos Foxtails. Un solo cuerpo en movimiento, una masa gigante, un ser vivo arrollador. Mientras suene la música, no desearemos estar en otro lugar. Mientras estemos juntos, seremos imparables.
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Lee el texto original — Crítica de Fawn, por Franco Esteves
Fawn (2022) es un grito desgarrador de gente que sólo pide comprensión y ser oída. Un lamento de alguien que no termina de entender cual es el motivo por el que están en este planeta, y por qué es tan complicado no sólo estar, sino mantenerse.
Un tema constante a lo largo de éste disco es el esfuerzo constante de seguir vivo y de mantenerse puro. No en un sentido religioso, sino en uno espiritual, filosófico incluso.
El tridente inicial compuesto por ego death, star-crossed y ataque de nervios entra con muchísima rabia nada disimulada, canciones donde las cuerdas del violín se sienten casi más como el último intento de agarrarse a la realidad y cordura que sólo un acompañamiento más en la instrumentación triste y aguerrida del resto del conjunto.
Los temas de no terminar de pertenecer a una sociedad, a una vida y de necesitar estar cerca de alguien a nivel íntimo no son nada sutiles, y van de la mano con la desesperación de existir como sujeto queer, como alguien que es violentamente rechazado una y otra vez.
Y la tónica del disco es constante. Es un ejercicio hermoso de un dolor infinito, inacabable, y con leer algunas de las entrevistas que la vocalista Blue es bastante sencillo de entender el por qué. Prefiero no entrar en demasiado detalle ahora mismo, pero encuentro que las experiencias que rodean a un grupo siempre nos ayudan a darnos una imagen un poco más completa de una obra.
Gazelle es en mi opinión uno de los puntos más altos del disco, una declaración de resiliencia (pero no en un sentido hippie de instagram) a los cuatro vientos, para que luego bbq nos sirva un poco como introducción a un breve interludio algo lento que durará hasta space orphan, donde volvemos a coger algo de intensidad y carrerilla. Y no vamos a bajar en absoluto el ritmo tras el final. Life is a death scene, princess, catalyst y la belle indifférence son una apisonadora tras otra, preguntando por qué nosotros cargamos con toda ésta cruz. Por que el dolor es para nosotros, y no compartido.
Paper Tiger es el último ramalazo de rabia del cuarteto. Precisamente hablando de un lobo con piel de cordero. El tema de la traición está extremadamente presente en éste disco y no quiere cerrar sin dejarnos bastante claro cual es el principal motor de ésta angustia existencial.
Varios temas donde el screamo de Foxtails nos lleva por momentos terribles de traición, soledad, desesperación y tragedias incontables. Pero seguimos adelante. Pero siguen adelante. De eso se trata la vida al final del día. De seguir adelante no por nadie más, sino a pesar de los demás. Que el rencor sea nuestra guía, y nuestro combustible.