Nunca pensé que leería un manual de escritura para después regurgitarlo en forma de lista. Pero el librito On Writing: a memoir of the craft es tan bonito y tan útil que estuve doblando esquinas de páginas hasta el final. Ahora, he revisitado todas esas esquinas para rescatar lo mejor de lo mejor.
Es importante recordar que, mientras escribía este libro, Stephen King sufrió un pequeño accidente. Una furgoneta lo arrolló y le rompió la pierna por nueve sitios, la columna vertebral por ocho, la rodilla por dos; le dislocó la cadera, le quebró cuatro costillas, le perforó el pulmón y le abrió la cabeza.
Quizá por eso On Writing tiene algo difícil de encontrar: es emocionante y está escrito desde el corazón. Es un manual de escritura pero también una biografía. Y funciona a las mil maravillas.
Muchos ya lo han leído. Si vas a comprar un libro sobre escribir, es probable que esta sea la mejor opción. De momento, aquí te dejo lo que más me ha gustado a mí.
Escribir es una manera refinada de pensar. Para sacar el máximo partido a la escritura hay que fabricarse una caja de herramientas y luego muscularse hasta poder llevarla.
Se empieza así: pon tu escritorio en un rincón y, cada vez que vayas a escribir, recuerda por qué no está en medio de la habitación: la vida no está al servicio del arte. Es al revés.
Puedes leer en cualquier lugar pero, cuando se trata de escribir, trabajarás mejor en casa. Tu espacio de escritura puede ser modesto, de hecho solo necesita una cosa: una puerta que puedas cerrar. La puerta cerrada es una manera de decirle al mundo (y a ti mismo) que va en serio, que tienes un compromiso con la escritura y llegarás hasta el final.
Escribe con la puerta cerrada y reescribe con la puerta abierta. Al principio escribes para ti, luego lo sacas al exterior y dejas que los demás lo lean y lo critiquen.
Márcate un objetivo. Por ejemplo, mil palabras al día. No abras la puerta hasta que las escribas.
Coge un nombre y ponle un verbo. Ya tienes una frase. No falla nunca. «Las piedras explotan». «Las montañas flotan». «Las ciruelas deifican». Las frases cortas te abrirán el camino cuando te hayas enredado demasiado en la retórica.
Una de las peores cosas que le puedes hacer a tu vocabulario es usar palabras largas porque te da vergüenza usar palabras cortas.
A los escritores inseguros les gusta la voz pasiva igual que a los amantes inseguros les gustan las parejas pasivas. La voz pasiva no tiene peligro. El tímido escribe «La reunión ha sido agendada a las siete», porque siente que eso le da cierta autoridad. Quítatelo de la cabeza. «La reunión será a las siete».
La primera versión de un libro no debería tardar más de tres meses en terminarse. Si tardas más, la historia empieza a coger un aire extraño, como de comunicado del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rumanía.
Escribe lo que quieras. Dale vida a partir de tu experiencia en el amor, la amistad, las relaciones, el sexo o el trabajo. A la gente le encanta leer sobre el trabajo. Vete a saber por qué.
Cuando me preguntan por qué escribo lo que escribo, siempre pienso que la pregunta es más reveladora que cualquier respuesta. En su interior, como la pasta de caramelo dentro de una barra de chocolate, subyace la idea de que el escritor controla su material, y no al revés. Pero no es así. Como decía Alfred Bester, “el libro manda”.
Tu historia es como un fósil que lleva enterrado mucho tiempo. Tu trabajo consiste en desenterrarlo con un pincelito.
Cuando escribes una historia, te la estás contando a ti mismo. Cuando reescribes, debes eliminar todo lo que no sea la historia.
Una buena situación inicial hace que cualquier esquema sea irrelevante. Las tramas más interesantes empiezan con la pregunta: “¿Y si…?”. Por ejemplo: ¿Y si una madre y su hijo se quedaran encerrados en un coche averiado por culpa de un perro rabioso? (Cujo).
La descripción hace que los sentidos del lector perciban la historia. Para ello, empieza visualizando qué quieres que experimente el lector. Una descripción insuficiente dejará al lector perplejo y miope, mientras que una descripción excesiva lo abrumará con detalles. Se trata de encontrar el equilibrio. La descripción empieza en la imaginación del escritor, pero debería acabar en la del lector. También es importante saber qué describir y qué no para seguir con tu trabajo, que es contar una historia.
El diálogo es crucial para definir el carácter de los personajes. Con la narración directa puedes contar que un personaje es mal estudiante, pero puedes transmitir lo mismo, y con mucha más fuerza, por su manera de hablar. Y una de las reglas fundamentales de la buena narrativa es no contar nunca lo que puedas mostrar. Además, hay que dejar hablar a los personajes con libertad, sin pensar si a la Liga de la Decencia o al Círculo de Lectores Cristianos les parecerá bien. No hacerlo significa romper el contrato tácito entre escritor y lector, la promesa de que contarás con veracidad cómo se comporta y habla la gente a través de una historia inventada.
Las buenas historias siempre acaban tratando sobre los personajes, no sobre los hechos, que es lo mismo que decir que los personajes son el motor de la historia. También conviene recordar que en la vida real no existen “el malo”, “el amigo del alma” o “la puta del corazón de oro”. En la vida real todos nos vemos como protagonistas, indispensables. Si eres capaz de escribir así, puede que te cueste más crear marionetas unidimensionales.
El simbolismo es útil por su capacidad para condensar y resumir. Es algo más que una capa de pintura. Cuando vuelvas a leer tu texto descubrirás si puede haber algún simbolismo o no. Si no lo hay, no te esfuerces. Si está ahí, esfuérzate por desenterrarlo y trabaja para que destaque. Sería de idiotas no hacerlo.
Cuando escribes, te pasas días enteros examinando e identificando árboles. Cuando terminas, tienes que dar un paso atrás y ver el bosque. No hace falta que todos los libros estén llenos de simbolismo, ironía o musicalidad. Pero todas las historias tratan de algo. Durante la primera versión, o justo al acabarla, debes decidir de qué va tu historia. En las siguientes versiones, debes trabajar por hacer aún más evidente el tema. El resultado será una historia más nítida y coherente. Pero recuerda: toda buena narración empieza por la historia y luego llega al tema. Casi nunca empieza por el tema y avanza hacia la historia.
Si siempre tienes la presión de querer explicarlo todo, tu energía creativa se marcha en la dirección equivocada. Te pasas el día cuestionando lo que haces y por qué lo haces, cuando lo que deberías hacer es escribir a todo trapo y terminar la primera versión cuando el fósil todavía brilla y lo tienes claro en la cabeza.
Escribir no es hacer pasta, ser famoso, ligar, follar o hacer amigos. Se trata de enriquecer la vida de quien te lee y también la tuya. Puedes hacerlo, debes hacerlo y, si tienes la valentía para empezar, lo harás.
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Gran post, útil y genial! 🖤
Muy bueno el post, me ha encantado.